MIGUEL DE CERVANTES - Novelas ejemplares: La gitanilla






LA GITANILLA


[...]

A lo cual respondió Preciosa:

—Puesto que estos señores legisladores han hallado por sus leyes que soy tuya, y que por tuya te me han entregado, yo he hallado por la ley de mi voluntad, que es la más fuerte de todas, que no quiero serlo si no es con las condiciones que antes que aquí vinieses entre los dos concertamos; dos años has de vivir en nuestra compañía primero que de la mía goces porque tú no te arrepientas por ligero ni yo quede engañada por presurosa; condiciones rompen leyes; las que te he puesto sabes, si las quisieres guardar, podrá ser que sea tuya y tú seas mío; y donde no, aún no es muerta la mula, tus vestidos están enteros, y de tus dineros no te falta un ardite. La ausencia que has hecho no ha sido aún de un día, que de lo que dél falta te puedes servir, y dar lugar que consideres lo que más te conviene. Estos señores bien pueden entregarte mi cuerpo, pero no mi alma, que es libre, y nació libre, y ha de ser libre en tanto que yo quisiere. Si te quedas, te estimaré en mucho; si te vuelves, no te tendré en menos. Porque a mi parecer los ímpetus amorosos corren a rienda suelta hasta que encuentran con la razón, o con el desengaño; y no querría yo que fueses tú para conmigo, como es el cazador, que en alcanzado la liebre que sigue, la coge y la deja por correr tras otra que le huye; ojos hay engañados, que a la primera vista tan bien les parece el oropel como el oro; pero a poco rato bien conocen la diferencia que hay de lo fino a lo falso. Esta mi hermosura, que tú dices que tengo, que la estimas sobre el sol y la encareces sobre el oro, ¿qué sé yo si de cerca te parecerá sombra, y tocada caerás en que es de alquimia? Dos años te doy de tiempo, para que tantees y ponderes lo que será bien que escojas, o será justo que deseches; que la prenda que una vez comprada, nadie se puede deshacer della, sino con la muerte, bien es que haya tiempo, y mucho, para miralla y remiralla, y ver en ella las faltas o las virtudes que tiene; que yo no me rijo por la bárbara e insolente licencia que estos mis parientes se han tomado de dejar las mujeres, o castigarlas, cuando se les antoja. Y como yo no pienso hacer cosa que llame al castigo, no quiero tomar compañía que por su gusto me deseche.

—Tienes razón, oh Preciosa —dijo a este punto Andrés—, y así, si quieres que asegure tus temores y menoscabe tus sospechas, jurándote que no saldré un punto de las órdenes que me pusieres, mira qué juramento quieres que haga, o qué otra seguridad puedo darte, que a todo me hallarás dispuesto.

—Los juramentos y promesas que hace el cautivo, porque le den libertad, pocas veces se cumplen con ella —dijo Preciosa—; y así son, según pienso, los del amante, que por conseguir su deseo prometerá las alas de Mercurio y los rayos de Júpiter, como me prometió a mí un cierto poeta y juraba por la laguna Estigia. No quiero juramentos, señor Andrés, ni quiero promesas, sólo quiero remitirlo todo a la experiencia deste noviciado; y a mí se me quedará el cargo de guardarme cuando vos le tuviéredes de ofenderme.

[...]



*En Miguel de Cervantes, Novelas ejemplares (1613), Barcelona, 1994, Ediciones publicadas por Frances Luttikhuizen.


***Reproducción en ebook gratuito digitalizado por Google de este mismo fragmento de la "Novela de La Gitanilla", edición de 1783, por don Antonio de Sancha:






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